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Textos acerca de Miguel Hernández

MIGUEL HERNÁNDEZ, MUSEOS DE ARTE CONTEMPORÁNEO

Volver sobre sus pasos permite a un artista reevaluar su obra, sintetizar y proponer cambios, sin perder conexión con el pasado. Aunque esta no ha sido la finalidad de la última exposición del joven miguel Hernández, parte de la muestra retoma el tema del dibujo, la ilustración y la viñeta de comentario social, narrativa, caricaturesca y expresionista que recuerda a los pintores de crónicas del siglo XIX y principios del XX.

Son divertimentos, recreaciones y ejercicios que muestran las características que permanecen en el sustrato de su obra: una extraordinaria capacidad para el dibujo y el manejo expresivo de las formas, sentido de la composición y el diseño y gran sutileza en el tratamiento del cuerpo humano.

Algunas sin una crónica de su vida nocturna en bares al lado de amigos, otras un homenaje a conocidos entre los que se nombra a él mismo, como puede apreciarse en "Entre Amigos, Fernando Calvo, Spthephen Greene, el escritor V.A. Mora Rodríguez, mi padre Miguel Hernández y yo", el título de las ilustraciones. Por último, varias viñetas recrean ambientes sórdidos de cierto "exotismo" y visión folclórica, donde algunos turistas son mostrados de manera crítica en escenas turbias y grotescas.

Sin embargo, la parte más importante de la exposición está en la pintura, por la que Hernández es conocido internacionalmente. En sus más recientes creaciones, el artista ha discriminado múltiples signos y referentes de obras anteriores para realizar un viaje íntimo y selectivo hacia el interior del cuerpo humano y despojar de la piel, con la teatralidad del gesto de un strip tease, a los emblemáticos torsos masculinos -que lo caracterizaban- dejando el músculo y la armazón sólida, hasta penetrar el aparato digestivo y los órganos que lo componen.

Sin querer hablar de evolución de su narrativa inconexa, dislocada, esquizofrénica y postmodernista, sujeta a dos conceptos aparentemente opuestos de lo inobjetual y figurativo relacionados de manera ambígua, ha pasado a una mayor integración temática y formal. Siguen presentes la mezcla de sensibilidades, el contraste entre la manualidad del oficio del pintor en sentido tradicional y lo industrial, repetitivo con fragmentos de damasco añadidos al lienzo que forman parte del conjunto de la obra y hacen su continuidad.

Así mismo resulta interesante señalar la alusión a patrones reiterativos, ya no en presencia del leitmotiv del torso masculino de estilo renacentista o los fragmentos de tela con dibujos reiterados de flores kitsch, sino de nuestros signos de los que ha resultado un nuevo lenguaje.

Dentro de su propia obra, el artista ha descartado y profundizado progresivamente la forma de su discurso, esto dicho de manera literal, pues de presentar los torsos idealizados, separados del espectador a través de capas de transparencias que los subliman, han ido a la desnudez más extrema, a la apariencia chocante de estómagos, intestinos, lenguas, imitación de texturas y colores referidos a la mierda y otros fluidos corporales que han venido a sustituir las manchas abstractas, yuxtapuestas al naturalismo del cuerpo y que eran una contradicción o referencia a otros estilos de pintura.

Hernández ha pasado de una estética de lo superficial, contemplativo y en alguna medida abstracto, a la entraña del cuerpo. La sensualidad historicista ha pasado a "reinventar" otra clase más interna e igual de anatómica, dibujada con la misma presición y realismo que la parte del cuerpo anteriormente citada, pero más vital.

Dibujante por excelencia, aprovecha su habiidad en la línea y representa a los diferentes órganos como si fueran ilustraciones de un libro de biología, provocativamente diseñadas con realismo sensual. Logra así una tensión que le imprime cierta agresividad de la que posteriormente se desprende para refinar las formas y sublimarlas con veladuras, transparencias y suaves tonos que recubren los dibujos realizados con carboncillo. Este nuevo "clasicismo" representado en lo aparente y desagradable, en realidad es expresión de nuestras más íntimas pasiones.

La pasión aquí es entendida como algo más abarcador. Sin dejar de apoderarse de lo físico y sexual se extiende a las cosas y en su exhuberancia traspasa todos los ámbitos de nuestra vida.

Hernández nos lo dice con sus títulos: "El deseo del otro", "Las lenguas deseantes", "Conjunto decorativo" y "La ley del deseo". Esta ironía o choque entre lo representado y lo que está implícito, el pintor lo remarca aún más y uno siente que él pinta con cierta fruición, juego obceno en el que el deseo se presenta sublimado en lo escatológico.

Así ha construído una sutíl poética a través de simbologías concernientes a lo más sucio del cuerpo. En una época en que la atracción y el deseo ha sido hurtado, cuando no convertido en algo banal, en la confusión de imágenes que nos cruzan y saturan, Miguel Hernández nos responde con la belleza corrosiva y la poetización de signos chocantes, en apariencia, pero que muestran su sinceridad y nuestra hipocrecía.

Hernández ha logrado la sublimación y de alguna manera la ha academizado por su particular manera de ser convencional, de referirse al dibujo perfeccionista y humanizado del renacimiento. El cuerpo humano no deja de estar presente, es su tema y preocupación. Igual abandonó la narrativa y esta vez su propia alteridad, lo que presuntamente pudiera ser una actitud iconoclasta, se revierte en un romanticismo clasicista, al hacer la contemplación menos violenta, menos irónica entre el tema y lo representado, que igual está un poco velada, pero es menos contradictoria y confusa.

Esto no responde a una excursión caprichosa, de los artistas jóvenes costarricenses, Miguel Hernández es uno de los más coherentes al crear un discurso contemporáneo fuerte en el que ha seguido investigando dentro de su propia línea temática manteniendo una lógicahasta llegar a constituir un lenguaje propio y característico.