Por: MARIANA SÁENZ MORA

TEXTOS ACERCA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández y la sutil mutación del humo hacía el óleo en 33 obras

“Naturaleza: ¿Crisis con esperanza?” es la más reciente exposición en AG Gallery del artista Miguel Hernández Bastos; y esta vez hace un llamado a volver la mirada a la esencia misma de lo natural.

Son 33 obras de una sutil mutación, en su ya dominada técnica al humo. ¿Y qué es lo natural? Para Miguel Hernández es simple dar la respuesta.

Es todo aquello que no está contaminado, permeado o tergiversado por las apariencias, la necesidad desmesurada de consumo, la desconexión con los elementos. Como una semilla que se siembra y tarda en crecer, puede que el entorno como tal y el pensamiento humano estén en un periodo de crisis, pero la esperanza de un pronto germinar vuelve su mirada al arte.

“Estas obras marcan una transición entre la técnica del humo, que la he trabajado con candela o lamparilla, ahora volviendo a la vivacidad del color que aporta el óleo. Sin perder la manera de poder crear de una manera muy libre en cualquier tipo de formato”, explica Hernández.

La capacidad de la metamorfosis y el poder transformador que esto implica es uno de los temas que siempre ha tenido un poderoso atractivo en su pensamiento.

Anatomía, hojas, piedras…

La anatomía humana siempre estará presente en su obra, y esta vez se convierte y se mezcla entre hojas, piedras, tierra, agua, flores y fuego. Provocando un juego de realidades existenciales.

Según el artista, tenía deseos de lograr integrar la naturaleza como parte de las siluetas en un contexto casi botánico.“Precisamente, ese mismo colorido que tienen estos cuadros son la representación de los matices diversos de la naturaleza, esa misma que nos compone en nuestro interior y que no es posible que nos desliguemos de ella”, explica.

“ Y el humo, por su parte, habla de la energía de la existencia, lo efímero que finalmente compone este existir”.

Una simbiosis muy propia

Exigente por designio autoimpuesto, Hernández buscó a lo largo de un año y medio en la producción que implicó estos cuadros, no solo la calidad depurada de la técnica, sino que además significara e incitara a un autoanálisis.

“Para que exista color y luz, es necesaria la oscuridad también, y precisamente de eso, se trata de lograr ese balance y conexión entre elementos tan distintos”, dice.

Para el artista era importante sentar el precedente a través del color de esa capacidad humana de desdoblarse, quizás desde una perspectiva intelectual o es posible que también desde una un tanto más espiritual.

Todas las siluetas de la colección hablan de procesos sin romper la unión con los elementos. Una manera de hacer un llamado perfectamente estético a regresar al origen de lo que se es, como las raíces de una planta.

“La vida es eso, un juego de contrastes, somos naturaleza”.

Pensar de manera fantasiosa que Miguel Hernández se convierte en uno con el fuego cuando pinta es posible. El poderío de este elemento convertido en tizne y humo en sus manos, alcanza una presencia personificada.

“El humo proviene de un elemento vivo, tiene sus propias reacciones al viento, al entorno, a la música y es justo esa cualidad lo que se capta también en la figura humana”, explica.

Esta colección, para su creador, busca ser una reseña pictórica para hacer conciencia de que se requiere más empatía entre nosotros y el entorno. Todo tiene un efecto de regreso.